Yo siempre tomo mi café con leche y depende de las coordenadas del globo en que me encuentre lo pido de una u otra manera.
Para hacer amigos, quitarnos el frío, despertarnos por las mañanas, conocer nuevos lugares… y para mi, el pretexto perfecto para conocer la cultura de cada lugar.
En algunos lugares «tomar un café» se puede prolongar por horas mientras hablas con alguien o lees un buen libro; en otros es un ritual para su preparación y en otros te lo tomas rápido, de pie, frente a la barra cuando aprovechas para comentar las noticias de la mañana con el mesero.
He descubierto iniciativas solidarias alrededor del café como la iniciada en Italia del “Café Pendiente”. La idea nació hace más de un siglo en Nápoles, Italia, si un obrero tenía algo que celebrar bebía un café y dejaba otro ‘caffè sospeso’ para quien viniese después, y no tuviera los recursos para pagarlo; así más gente podía disfrutar de un café también. Esta práctica se vuelve cada vez más internacional.
Te pueden leer la suerte a partir de una taza o puede ser el pretexto para cerrar un negocio.
En cualquier caso te habla de las costumbres de la gente y esto te acerca a su cultura.
Ya son las 11.00, es la hora de mi cafecito diario.