Berlín deja lejos cualquier estereotipo que se tenga del carácter estricto y cerrado de los alemanes.
Es una ciudad que vibra en cultura y diversidad, aún así cuando caen los primeros copos de nieve la ciudad entera entra en un silencio, una calma que nos despista. Pareciera que todo se ha detenido pero en realidad todos se preparan activamente para la llegada de la primavera.
Sin embargo, museos, restaurantes, tianguis, bares, se llenan aún con las bajas temperaturas y los blancos paisajes.
La gente aprovecha las pocas horas de sol para pasear por sus barrios y al oscurecerse se dirigen a otras actividades.
Los Berlineses no le tiene miedo al frío, las terrazas están abiertas todo el año, una manta y calentador de gas son suficientes para sentarte en el exterior a disfrutar de un Latte Machiato y una tarta de cerezas; llama la atención que algunos padres jóvenes dejan a sus bebés dentro de sus carreolas a la intemperie, en la teoría que la calefacción y los lugares encerrados acarrean más bacterias que el aire fresco del exterior… claro ya nos gustaría llevar los cobertores con los que plácidamente salen estos niños a pasear.
Las imágenes junto al río son un espejo perfecto que refleja nuestra esperanza por la primavera que viene. Treptower Park y su arquitectura nos recuerda a la época en que la Unión Soviética controlaba más de la mitad de esta ciudad, la tormenta de nieve nos transporta directamente a Moscú o San Petersburgo…
Berlín en invierno ofrece un espectáculo blanco y negro, pero el contacto con los berlineses es otra cosa… cálidos y divertidos.